
Cacería
- El sonido de aceros chocando sería más que suficiente para alertar a cualquiera que transitase los oscuros callejones de aquella ciudad en una noche en la que parecía que las personas habían tenido miedo de salir. Ni un alma en la calle parecía poder ver ni de casualidad el combate que se estaba produciendo en medio de un callejón entre un grupo de seres antropomórficos pero de piel grisácea cuyas manos acababan en sendas cuchillas y un hombre de cabello blanco ataviado con un largo abrigo azul que blandía elegantemente una katana la cual cada vez que desenvainaba resultaba letal para algunos de esos enemigos a los que se enfrentaba.
Aquellos seres, demonios, atacaban en grupos de siete al albino, quien los esquivaba o desviaba con la vaina de su arma, aparentando en todo momento lo que era una verdad más que evidente, que esa pelea le estaba aburriendo y que esos enemigos no estaban a la altura de lo que él consideraría una pelea decente. Por el contrario, casi parecía que podría morirse del aburrimiento.
Todo cambió en apenas unos segundos, cuando los demonios empezaron a retirarse a plena calle, huyendo de quien los estaba masacrando apenas sin esfuerzo. Una espada de pura energía azul se materializó de la nada al lado del hombre de la katana y voló rauda cual flecha hasta uno de ellos, marcándolo y haciendo que ese hombre desapareciera y apareciera justo delante del objetivo, agarrándolo con una mano y lanzándolo contra los demás, haciéndolos tropezar y caer al suelo, momento que aprovecharía para ejecutar una técnica tan extraña como letal. La mano del albino en la empuñadura de la katana se movió tan rápido que nadie habría podido ver cómo desenvainaba y volvía a envainar la espada a toda velocidad, causando literalmente un vacío en el espacio y el tiempo que derivó en unos cuantos cortes dados en apenas medio segundo. Por supuesto, no estaba usando la "versión completa" de la técnica, pero con eso le bastó para acabar con aquella escoria.
Por suerte para el entretenimiento del albino, aquellos enemigos eran solo el comité de bienvenida de una fiesta en la que el evento principal estaba a punto de comenzar. Una flecha impactó en el punto en el que el hombre estaba, de hecho si no lo atravesó fue porque este se ladeó lo justo para que la flecha pasase muy cerca de él sin rozarle, para después quedarse mirando al tejado en el que podría ver una especie de chico de unos dieciséis años con la piel de un azul muy pálido, casi blanco, pero con cuernos de un azul totalmente oscuro. El contraste de azules también se vería en lo que parecían prendas largas que vestía, incluso con una especie de capa que nacía del pantalón dando más aspecto de falda que de capa. Lo impresionante, para el de la katana, era el arco que portaba. Blanco con detalles en dos tonos de azul y dorado, aquel arco parecía lo que algunos expertos en la materia denominarían un arma demoníaca de muy buena calidad. -
¿Te atreves a desafiar a un hijo de Sparda? -Preguntó el albino, revelando así su identidad como el mayor de los dos gemelos nacidos de la unión entre el Legendario Caballero Oscuro Sparda y una humana llamada Eva. De los dos hijos de esa unión, Vergil era el mayor y el que más se había obsesionado con el legado demoníaco de su padre, pero esa historia ya fue contada. Ahora mismo lo que importa es que tiene delante un demonio que puede suponer un desafío y cuya derrota le daría a Vergil probablemente un arma con la que ser más poderoso.
El combate comenzó con una aparente ventaja para el arquero, quien no respondió a su pregunta más que con sus flechas, las cuales le lanzaba a Vergil a una velocidad considerable, máxime al tener en cuenta que al ser flechas de energía que cargaba sólo con tensar el arco no tenía que perder vitales segundos en coger un proyectil de ninguna aljaba. Vergil parecía no poder acercarse a aquel enemigo, lo cual en teoría suponía un enorme problema. En teoría, porque en cuanto se cansó de esperar se apartó a un lado. Totalmente concentrado, podría percibirse a su alrededor una suave aura de color azul mientras en apenas un segundo cargaba energía para desatar la misma técnica de antes, llamada Judgement Cut, solo que ahora sin limitaciones, creando un vórtice alrededor de aquel demonio en el que se materializaron los cortes asestados desde la distancia.
El momento de daño y de desconcierto le brindaron la ocasión de desaparecer y reaparecer en un instante delante de su enemigo y que comenzase el contra ataque. Una combinación de ataques con la katana que terminaría con Vergil cambiando de arma a unos guanteletes y grebas grises que irradiaban una luz blanca. Con éstos el albino propinaría una serie de patadas y puñetazos que harían bastante daño a su enemigo antes de retirarse para volver a usar la katana.
Se quedó quieto mientras esperaba a la respuesta del enemigo. El arquero lanzó una flecha al aire, que provocó una lluvia de flechas sobre Vergil. Esquivarlas no fue relativamente difícil, sólo tuvo que girar su katana sobre él a la suficiente velocidad como para poder bloquear las que habrían impactado en él. Claro que todo aquello sólo fue una distracción para lanzar sobre el hombre del abrigo un torrente de energía azul que si esquivó fue en el último segundo.
Claro que, aunque el enemigo estuviera preparando un nuevo ataque, ya estaba sentenciado. Otra vez tenía el contrario un hueco que aprovechar y vaya si lo hizo.
El arquero estaba cargando energía, pero Vergil fue más rápido. Susurrando "ahora estoy algo motivado" su apariencia cambió en el momento en el que un rayo de energía atravesó su cuerpo, revelando su forma de demonio en la que su piel y ropa eran sustituidas por escamas azules. Katana en mano, apareció delante del arquero y comenzó a asestarle tajo tras tajo a una velocidad de vértigo. A cada tajo que daba una espada de energía se materializaba sobre ellos, apuntando hacia el arquero. Tras unos segundos de aquel castigo, Vergil regresó a su forma humana y envainó la espada, lo que causó que las espadas volasen hasta su objetivo y terminasen con el combate.
El cuerpo del arquero se desvaneció, dejando sólo el arma. Vergil la recogió, esbozando una media sonrisa.-
No está mal. -Susurró cuando notó el poder emanar de aquel arco y lo probó ejecutando la técnica de la lluvia de flechas que había sido usada contra él.- Pero no es suficiente. Necesito... más poder.


