top of page
Pain (DMC Anime OST) - Rungran
00:00

Caía el ocaso cuando el pequeño Vergil llegaba a casa. Había salido a entrenar un poco con su pequeña espada de entrenamiento mientras su madre se dedicaba a evitar que Dante destrozara la casa con sus tonterías. Aunque esa noche.. algo iba mal. Normalmente las luces de toda la casa estaban encendidas, y esta vez sólo la de la habitación de su madre estaba encendida. Corrió dentro, preocupado por lo que encontraría dentro. Y no le faltaban motivos porque... olía a demonio.

 

Casi tiró la puerta de la habitación de Eva, para encontrar a la humana que le había traído a este mundo en una esquina. Su cabello rubio y sedoso manchado de sangre, el hermoso rostro del que una vez Sparda se enamoró cubierto de lágrimas... semejante visión hizo que la sangre del pequeño híbrido hirviera en sus venas, fijándose en los tres demonios que ahí estaban. No lo pudo evitar, su mano soltó la espada de práctica e hizo aparecer a Yamato. El niño que normalmente era demasiado pequeño para poder manejar esa espada ahora podía blandirla gracias a la rabia aunque tenía que usar las dos manos para ello. Se encaró al primer demonio, sin saber que su hermano gemelo estaba asustado en el armario, sin saber qué pasaba.

 

Por desgracia, el joven hijo de Sparda no era lo bastante fuerte para combatir contra los tres demonios a la vez. No pudo evitar lo que ocurrió después. Una de esas bestias hundió sus garras en el cuerpo de la humana, haciendo que ésta gritase de puro dolor. En ese momento el pequeño Dante se desmayó del miedo que le invadía, ahí oculto en el armario. El demonio literalmente partió en dos a Eva, dejando su cadáver en el suelo antes de girarse hacia Vergil, quien claramente estaba siendo superado por sus rivales... hasta ese momento. La visión de su madre en el suelo, muerta, desgarrada... despertó en él algo que se suponía que tardaría años en dominar, su lado de demonio. Era extraño ver al chico de ocho años tan tranquilo pero feliz ahora convertido en un demonio feroz, que blandía la Yamato con auténtica rabia, sin preocuparse del estilo ni de nada más que no fuera masacrar a esos demonios que le habían arrebatado a su mamá.

 

Para cuando por fin acabó con ellos, malherido y con la mente rota, el pequeño Vergil regresó a su forma humana y dejó la espada en el suelo, sin poder ya con su peso. Tenía un corte en el estómago que no paraba de sangrar, cosa que no le impidió acercarse a su difunta madre. El terror que el rostro de Eva reflejaba acosaría a su hijo mayor durante el resto de las noches de su vida; él nunca supo de dónde sacó las fuerzas para cerrar la boca de su madre y sus ojos, dándole un aspecto menos aterrador. Durante el proceso, el colgante, el amuleto que ella le había regalado y que representaba la mitad de la llave del poder de Sparda, aunque él en ese momento no conocía ese dato, rozó la mejilla de la difunta mujer. Vergil no pudo contener las lágrimas, aunque seguía intentando que todo no pareciera tan...

 

Dejó los restos de su madre y entonces escuchó un ruido dentro del armario. Podía reconocer la presencia de su hermano, así que cogió la foto de Eva que descansaba en una de las mesitas de noche y la dejó sobre el cuerpo inconsciente de su hermano pequeño con una nota encima que simplemente decía "recuérdala así."

 

Vergil decidió esconder el cadáver de su madre, para ahorrarle a Dante la visión horrible que él acababa de tener. Cogió sus pocas pertenencias y su querida Yamato antes de cargar con su madre a cuestas hasta una colina cercana. Toda la noche le costó al pequeño cavar una pequeña tumba, pero al final pudo enterrar a su progenitora como se merecía, aunque sin ninguna ceremonia. La herida del costado había regenerado, pero la de su corazón se hacía cada vez más grande. El pequeño Vergil había muerto junto con su madre, ahora sólo quedaba... Sólo quedaba alguien sediento de venganza.

 

Junto a la tumba de su madre y agarrando el amuleto con todas sus fuerzas, el niño juró algo que cumpliría aunque le costara mil vidas.

 

- El que te ha hecho esto... pagará con su vida, madre… aún no puedo pero algún día llegará el momento en el que haré que descanses en paz. Pero para eso... -Se tomó un segundo para coger aire y luego añadir.- Necesito más poder...

 

Unos minutos después el hijo de Sparda emprendió la marcha, dejando a su espalda el pasado y centrándose en esa búsqueda de poder. Su mano derecha, la que no sujetaba a Yamato, limpió las lágrimas que quedaban en su rostro antes de que sus ojos adquirieran un brillo frío que conservarían muchos años. Una última frase dijo el pequeño antes de desaparecer en la oscuridad.

 

- Los demonios no lloran

bottom of page