Fomortiis
No fue difícil encontrar al Rey Demonio, como se hace llamar el demonio llamado Fomortiis a quien Vergil conoce muy bien. Ya una vez estuvieron a punto de enfrentarse debido a que Fomortiis se había atrevido a lavarle el cerebro a su protegida, la joven Lucina. Aquella vez Fomortiis se había salido con la suya porque había liberado a Lucina sin que estallase una pelea, con la excusa de que Vergil le debía un favor, además de dar su palabra de no volver a intentar hacerle nada a Lucina.
Por supuesto, ese demonio jamás tuvo palabra que dar, así que eventualmente llegó el momento en el que Fomortiis volvió a tomar el control de la muchacha y Vergil se acabó enterando. Esta vez no habría palabras ni tretas que evitasen la batalla, Vergil está preparado para terminar con Fomortiis de una vez y para siempre. Es una lástima, le podía haber sido muy útil como aliado, pero Vergil no puede comandar un ejército de demonios ni esperar que le teman si no es capaz de tener mano firme con los que le desafían de esta manera. La decisión está tomada, Fomortiis va a ser derrotado.
Antes de partir, se aseguró de dos cosas. La primera, llevar consigo sus tres armas: Yamato, Beowulf y la recién adquirida Zinnia. Por supuesto, llevará a Zinnia en forma de arma y no le permitirá pasar a su forma autónoma, más que nada porque ese es un truco que se reserva para otro enemigo.
Llegar al punto de encuentro no sería difícil, es una ruta que ya ha seguido otras veces. Lo complicado va a ser llegar hasta Fomortiis sin que él se entere de su presencia. De hecho, no lo consiguió, tuvo que luchar contra unos cuantos enemigos menores, nada que no sirviera más que para que el albino fuera cogiéndole el truco con un pequeño calentamiento a su nueva arma. Lo importante es que acabó llegando al lugar en el que Fomortiis esperaba.
“¡Sobrino! ¿Cómo tú por aquí otra vez?”
Esa asquerosa manía de llamarle sobrino como si Fomortiis se considerase hermano de Sparda. Le pone enfermo. Había entrado a la sala con sólo Yamato visible, así que sujetó la espada con tensión, como si estuviera acumulando concentración para el enfrentamiento que se avecina.
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Sabías perfectamente que vendría, después de incumplir tu palabra.
“Pero, Vergil. Yo no hice nada, simplemente algo va mal dentro de esa muchacha. A lo mejor es que su lealtad no es tan fuerte como crees.”
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No cuela, Fomortiis. Esta vez no hay treta que te salve.
“Vamos, sobrino. Es una simple mortal, no tiene tanto valor como para que nos peleemos por ella, y menos sabiendo que pierdes un poderoso aliado. ”
Vergil no respondió con palabras, sino con actos. Concretamente el de desenvainar su espada lanzando una proyección de un corte, el cual no impactaría en el enemigo. Tan solo había sido una declaración de intenciones, un “dejémonos de palabrería” que desembocaría en que Fomortiis asumiera en ese momento su verdadera forma.
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Esto tal vez sea divertido.
Tras decir eso, el albino esperaría por el primer ataque del demonio, un poderoso puñetazo que resquebrajaría el suelo del lugar que les sirve como coliseo para ese combate. No había sido complicado esquivarlo, tal vez Fomortiis sólo quería demostrar su fuerza o simplemente era demasiado lento como para alcanzar a Vergil, quién sabe. Lo que se esperaba que ocurriera y ocurrió fue que docenas de demonios menores empezaron a aparecer para atacar a Vergil con arcos, jabalinas, espadas… Sin perder el tiempo, Vergil cambió de arma, era un buen momento de empezar a usar a Zinnia. Le sería muy útil dado que se trata de un arma con la asombrosa capacidad de cambiar de forma, tres armas en una. Vergil comenzó con la naginata, la cual utilizaba para acabar con los enemigos más cercanos, bloqueando sus hojas y girando el arma con maestría. Fomortiis no se estaría quieto mientras Vergil combate, sino que cargaría unos ataques de luz que luego arrojaría al híbrido. Si bien era relativamente sencillo esquivar aquellos ataques debido al tiempo de carga, al añadirle los enemigos menores en oleadas la cosa se complicaba, causando que Vergil tuviera que recurrir a su velocidad más de una vez, hasta que se cansó. Cambió la forma de Zinnia al arco, tensando la cuerda para cargar su energía y así disparar flechas de fuego hacia Fomortiis en lo que el resto de demonios se acerca a él. Cuando ya no le quedaba más remedio que volver a combatir a los enemigos que Fomortiis invocaba, transformó a Zinnia en una katana, la cual empezó a blandir como si fuera su propia Yamato, hasta que en un salto se la colocó en la espalda e hizo aparecer a su katana original. En ese momento desenvainó ambas, blandiendo Yamato en la derecha ya que le sería complicado sabiendo que es por la izquierda por donde lleva la vaina atada al cinturón. Zinnia, por el contrario, como la había colocado a su espalda sería más sencillo desenvainarla con la izquierda. Blandiendo ambas katanas iría acabando con los demonios menores, cuidándose de los ataques de luz o de los puñetazos que Fomortiis lanzaba en algunos momentos.
Poco después vio una oportunidad tras envolver a Zinnia en forma de katana en llamas para acabar con los enemigos cercanos y librarse de los lejanos con una proyección de Yamato. Solos Fomortiis y él, Vergil aprovechó para coger algo de distancia y transformar a Zinnia de nuevo en el arco. Aprovecharía el tiempo en el que Fomortiis invocaba más demonios para cagar energía y liberarla en el último segundo en forma de una poderosa flecha de fuego que impactaría en el “Rey Demonio” causando una gran explosión. Vergil imaginaba que con eso habrá causado un gran daño, y no se equivoca, pero no ha sido letal. Fomortiis, visiblemente enfadado, atacaría al hijo de Sparda a golpes. No es lo bastante rápido, pero logró sorprender a Vergil con un golpe al suelo que, aunque no le dio, causó una onda expansiva que lanzó a Vergil por los aires, obligándole a teleportarse de nuevo al suelo para recuperar la estabilidad y evitar otro ataque de esa luz tan particular que emplea Fomortiis. En estas, Fomortiis pareció concentrarse y liberar una aura extraña. Menos mal que para evitarla se teleportó hacia arriba y giró sobre sí mismo con Beowulf equipada, dando una patada de sierra lo bastante rápida como para disipar ese aura. Si le llega a tocar, ese truco del otro demonio le habría dejado un buen rato dormido y vulnerable. La lástima es que quedó en el aire sin poder evitar el puñetazo que Fomortiis lanzó en su dirección. Herido, esperaría a que el impacto lo llevase al suelo para poder contrarrestarlo. Justo en el momento en el que tocó el suelo, Vergil asumió su forma demoníaca, empleando toda la fuerza posible en no acabar aplastado contra el suelo aguantando el puño de su enemigo con los propios.
La fuerza de Fomortiis resulta en este momento desde luego abrumadora para Vergil, quien sólo ve dos posibles salidas. O bien se lo juega todo a velocidad e intenta alejar ese puño de él mediante la repetición de rápidos puñetazos, o bien apuesta por la fuerza bruta. En este caso opta por la segunda, acumulando energía demoníaca en su puño derecho, el cual lleva a la altura de su cadera mientras carga, para después liberarlo en un poderoso ataque ascendente que desequilibraría a Fomortiis y le permitiría volver al combate.
Tras quitarse de encima al “Rey Demonio” éste podría ver a Vergil en su forma de demonio, indicando que el combate se había puesto verdaderamente serio. En apenas un par de cortes Vergil acababa con los demonios menores, así que Fomortiis llegó a decidir que no era buena idea traerlos para nada. En su lugar, se lo jugaría todo a una carta, un ataque cargado de su luz demoníaca, con el cual esperaba llevarse a ese híbrido por delante. Vergil pensó que con Yamato podría atacar y matarlo mientras cargaba el ataque pero… ya era una cuestión de orgullo. Si ese demonio pensaba poner todo su poder en un solo ataque, Vergil tenía que superar ese ataque y demostrar que era superior a Fomortiis. Por ello, tomó aire y se equipó con Zinnia para volver a usar el arco, cargando esta vez toda su fuerza, hasta el punto de que, cuando ambos dispararon, Vergil regresó a su forma humana debido al gasto de energía. Al liberar aquella flecha de fuego, las llamas se volvieron azules mientras Vergil gritaba con su voz demoníaca.
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BURN IN HELL! (¡ARDE EN EL INFIERNO!)
Las llamas azules colisionaron con la luz lanzada por Fomortiis y la disiparon antes de llegar a su objetivo, creando una explosión al alcanzar al demonio al que Vergil quería derrotar. El grito de dolor resonó por toda la estancia, demostrándole a Vergil que había vencido en el combate, que su proyectil ígneo había superado la luz de Fomortiis. Pasándose la mano por el cabello blanco tras hacer desaparecer a Zinnia, susurró.
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La próxima vez, más que “Rey Demonio”, hazte llamar “bufón demonio”.
Por supuesto, ambos sabían que no habría próxima vez, Fomortiis moriría sin remedio. Lo más que podría hacer era ofrecerle a Vergil su alma, reconociéndolo como un digno rival y permitiendo que así Vergil tenga acceso a una nueva arma o incluso una nueva habilidad. Depende de Fomortiis, pero en un principio parece que así ha sido, una luz blanca es todo lo que queda de aquel demonio. Bueno, una luz blanca y un muchacho, probablemente su huésped humano. Sin importarle el chico, Vergil alzaría la mano, para absorber el poder que Fomortiis le estuviera otorgando gracias a haberle vencido.
Cuando la luz se disipó, se podría ver a Vergil sosteniendo una alabarda, el arma demoníaca en que se había convertido Fomortiis. Ahora mismo no tiene oportunidad de probarla, por lo que simplemente la contempla antes de hacerla desaparecer y susurrar.
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Incluso un antiguo ya no es rival para mí. Mi poder está creciendo...