
Renacer
“Mientras tus ramas se mezclan con las mías y nuestras raíces al fin se juntan.”
Esas fueron las últimas palabras que V pronunció siendo una persona propia. En cuanto las dijo y hundió su bastón en el ojo situado a la altura del estómago de Urizen, ambos se mezclaron volviendo a ser lo que nunca debieron dejar de ser. La persona que había cometido el error de separarse en dos regresaba en ese momento en un haz de luz azul tan potente que resquebrajó la ilusión que había creado el Qliphoth con la cual aquella sala del Inframundo se había transformado en la casa en la que él solía vivir de niño.
— ¿Qué diablos está pasando? —Preguntó el joven Nero, sin entender la situación.
—Vergil...
Dante le reveló a Nero el nombre de la persona que estaban a punto de ver. El alfa y el omega, el principio y el fin de esta aventura y de toda la guerra de Dante contra los demonios. Desde que supiera que Vergil había sido tomado como esclavo de Mundus y él había tenido que matarlo, o eso creía, para liberarle de aquella maldición, Dante había jurado eliminar a todos los demonios malvados como Mundus. Ahora esa persona, Vergil, estaba delante de él de nuevo.
De nuevo... ahora siendo él mismo y sin estar dividido en dos mitades, el mayor de los hijos de Sparda observó el rostro compungido de su hermano gemelo y la cara de no estar entendiendo nada de Nero, mientras recogía del suelo el libro cuyas citas había estado leyendo V cada dos por tres, aquella antología de poemas de William Blake que Vergil obtuvo cuando era niño y que fue una de sus posesiones más preciadas, tanto que tuvo que escribirle su nombre en la contraportada, para marcarlo como suyo y que Dante no se lo quitase. La nostalgia estaba a punto de invadirle, pero Dante habló para decirle que tenía “los cojones muy grandes por haber vuelto”.
—No sabes cuándo rendirte, ¿eh?
Dante se abalanzó hacia él, sólo para encontrarse con Yamato bloqueándole sin siquiera ser desenvainada. Un golpe en el estómago mandaría a Dante a volar, pero el menor de los gemelos agarraría la vaina de la espada y la tomaría mientras salía despedido, sólo para acabar lanzándosela a Vergil y que éste la recibiese aprovechando para envainar la espada, resistiendo la fuerza del impacto.Vergil aún estaba habituándose a la sensación de estar de vuelta, pero Dante, a pesar de estar herido y cansado, no le dio cuartel.
—¡Fuera de mi camino, Nero! —Ordenó Dante antes de volver a la carga.
Esta vez Vergil no le dejó acercarse, fue él quien en un movimiento que apenas duraría un parpadeo estaría delante de Dante, espada contra espada. Dante no estaba en las mejores condiciones como para combatir contra su hermano mayor, se notaba que la pelea contra su mitad demoníaca, Urizen si se quiere tomar el nombre que V le puso, le había desgastado demasiado.
— Derrotarte así no tiene sentido. —Dijo Vergil, con un tono de voz tan neutral que sonaba extraño incluso viniendo de él.
—Vamos, Vergil, hagámoslo. —Respondería Dante a su vez, ignorando su evidente estado de desventaja.
—Cura tus heridas, Dante. Reponte. Entonces zanjaremos el asunto.
La vaina de Yamato será usada para golpear las piernas de Dante, desequilibrándole y permitiendo que Vergil golpease la espada del menor de los hermanos, lanzándolo de nuevo, esta vez a ras de suelo hasta que llegase junto a Nero. Vergil se reafirmó entonces, pues si no había podido defenderse contra eso era simple y llanamente porque Dante estaba demasiado cansado para seguir peleando. Tras librarse de Dante, Vergil se dio la vuelta y usó a Yamato para abrir un portal que le llevará a la parte más alta del Qliphoth, no sin antes de marcharse darle las gracias a Nero. A fin de cuentas, si él no hubiera ayudado a V a llegar hasta Urizen, probablemente V habría muerto y entonces Vergil jamás habría podido volver como ahora.
Ya en la cima del Qliphoth, Vergil tenía tiempo para reflexionar mientras espera a que Dante se recupere y venga de nuevo a detenerle. Detenerle ¿para qué? Realmente no tiene un plan ahora, no tiene nada que hacer. Lo que Urizen planeó ya no puede deshacerse, pues ya tomó el dichoso Fruto del Qliphoth. Lo único que le queda a Vergil es que Dante aparezca y comprobar si con ese Fruto ahora es más fuerte que su hermano o si no ha valido de nada. O sí, porque a fin de cuentas por culpa de lo que él ha hecho Dante ha ganado un nuevo poder, un poder que lo hace superar a su padre al fin.
—Ese día, si nuestras posiciones fueran intercambiadas... ¿Serían diferentes nuestros destinos? ¿Tendría yo tu vida y tú la mía? —Apoyando la Yamato en el suelo, Vergil dejó que un asiento se formase con ramificaciones de aquel árbol demoníaco y se sentó en él.— Acabemos con esto, Dante.
No pudo evitar pensar en ello, si él hubiera sido al que Eva consiguió salvar, tal vez ahora sería él el que tendría amigos, sería el heredero de la leyenda de Sparda y se habría convertido en el bueno de la historia, mientras que Dante sería esa persona que ha sufrido tanto y eso le ha llevado a hacer cosas tan peligrosas y destructivas como las que ha hecho Vergil en su vida. Si tan solo Eva le hubiera salvado a él... Ahora podría ser una persona feliz y no habría cometido tantos errores que sólo Dante puede emendar acabando con su vida.
A fin de cuentas, esta iba a ser su última pelea. Si no conseguía derrotar a Dante en esta ocasión, no habría vuelta atrás, este duelo sería a muerte. No porque quisiera matar a Dante, sino porque la única manera que tiene Dante de detenerle es acabar con él. Mientras viva, Vergil seguirá intentando ser mejor que su hermano. O eso habría creído antes de separarse. Ahora, lo vivido como V hace que muchas cosas que creía seguras se las tenga que replantear.
“Al separar mi alma humana y ser consciente de ella, me di cuenta de la gravedad del crimen que cometí. Me di cuenta de lo importante que era todo... todo lo que he dejado atrás en mi búsqueda de poder.”
Aquellas no fueron palabras vacías que V pronunciase sólo para ganarse el favor de Trish. El lado humano de Vergil realmente se arrepentía de lo que había hecho, y ese lado humano había logrado, con una complicada estratagema, ser el que ocasionase la fusión de nuevo entre las dos mitades. Ahora a partes iguales humanidad y herencia demoníaca, las partes de Vergil otorgan a su dueño una nueva forma. Urizen ha obtenido el poder del Fruto, así que Vergil al regresar es aún más poderoso. Pero también es más humano, pues V ha ejercido una inmensa influencia. Podría haber actuado de mil formas en lugar de como lo hizo, podría haberse centrado en sobrevivir cuando se dio cuenta de que su madre había muerto. Pero tuvo que encontrarse con que Eva había ocultado a Dante y no le había buscado a él. Cuando la vio morir fue porque él volvió a casa, preocupado por lo que parecía ser un incendio y al final resultó ser un ataque de demonios. Siempre creyó que Eva había decidido salvar a Dante y dejarle a él atrás, por eso se obsesionó con ser más poderoso, para derrotar a Dante algún día y demostrarle a su madre que había elegido mal. Ahora, recuperado de un trauma aumentado por la tortura a la que fue sometido cuando estuvo bajo el yugo de Mundus, se dio cuenta de que podía haberle buscado, podía haber tenido una vida junto a su hermano... Ya era tarde para todo eso.
Ahora sólo quedaba luchar, luchar contra Dante hasta que uno de los dos fuera el único que quedase en pie.
…
—Ey, Vergil. Tus días de abrir portales se han acabado. Dame la Yamato.
Dante al fín habría llegado, era el momento de acabar con todo de una vez por todas. Seguramente Dante acabaría con él después de recuperar la Yamato si él vencía, y si era Vergil el que resultaba vencedor habría demostrado que era más poderoso que Dante... y luego la nada.
—Si la quieres, tendrás que cogerla. Pero eso ya lo sabías. —Respondió Vergil, mientras se levantaba de su asiento y éste se deshacía. Las miradas de los gemelos se encontraron de nuevo, dos entes tan distintos y tan similares a la vez...
—Me imaginaba que dirías eso. —Dante hizo aparecer la espada demoníaca que lleva su nombre, listo para el combate.
—¿Cuántas veces hemos peleado?—Preguntó entonces Vergil, recordando cómo cuando eran niños no paraban de enfrentarse en combate, por no hablar de los tres librados en la Temen-Ni-Gru y los otros tres cuando él era Nelo Angelo en Mallet Island.
—Es difícil saberlo, es el único recuerdo que tengo de nosotros desde que éramos críos.
Ambos hermanos sonreían en ese momento, recordando tiempos mejores, cuando eran niños y su rivalidad no era más que su forma de reforzar sus vínculos, cuando se peleaban por sus cosas, por la atención de su madre o por el mero hecho de que para ellos aquellas peleas eran tan normales como divertidas, era su forma de jugar y pasarlo bien.
—Hora de acabar con esto, Vergil, de una vez por todas.
Casi sonaba a que era una lástima que los combates entre ellos tuvieran que terminar, pero así es la vida. Los dos se enzarzaron en un último combate en el que lo dieron todo, Dante usó todo su arsenal de armas demoníacas y de fuego, incluyendo su recientemente descubierta forma, el Sin Devil Trigger. Vergil, por su parte, contaba con la maestría con Yamato y con su propia versión del Sin Devil Trigger, probablemente obtenido gracias a haber consumido el Fruto del Qliphoth. Era curioso cuando menos, ambos hermanos han obtenido un poder más o menos similar, pero de formas tan distintas que no puede evitar pensar el mayor que realmente si se hubieran intercambiado todo habría pasado exactamente igual, solo que al que hay que detener se llamaría Dante y no Vergil. Quién sabe.
Ahora, mientras los gemelos combaten no es el momento de preguntarse esas cosas, y menos cuando Dante soltó una bomba en medio de la pelea, una burla que Vergil no entendió en el momento. “¿Le cortaste el brazo a tu hijo para esto?” había dicho el menor de los gemelos, sin que Vergil asociase aquello con Nero. Por eso respondió que su hijo no significaba nada para él, no porque Nero no signifique nada, sino porque su hijo, el hecho de tener uno, no era algo que él recordase. De hecho, ni siquiera recuerda haber tenido ningún hijo con nadie.
La pelea llegó a un punto en el que Vergil logró estampar a Dante contra una pared, pero cayó de rodillas al hacerlo.
—¿Nero es mi hijo?—Preguntó mientras se levantaba, ahora que ha caído en lo que implican las palabras de Dante.
—Sí, imbécil. ¿Te aprieta el cráneo y no te deja recordar?
¿Recordar? No recuerda haber tenido un hijo, y si se para a pensar en las pocas ocasiones en las que se interesó mínimamente por alguien... Entonces le vino a la mente. Un destello, una imagen de una mujer vestida de rojo en Fortuna.
—Vaya, vaya...Eso fue hace mucho tiempo...
—Así que tú también fuiste joven una vez, ¿eh? —Dante se reía, se burlaba de su hermano aunque no parecía haber malicia en ello. Se lo estaba pasando bien, al parecer. Era como si volvieran a ser niños otra vez. — Por mucho que me gustaría escuchar esa historia, es momento de que...
—Acabemos con esto.
Estando de acuerdo en ello y preparados para un último ataque que determinase el resultado del enfrentamiento, los dos gemelos asumieron sus Sin Devil Trigger y cargaron el uno contra el otro con toda su fuerza. Por suerte o por desgracia, nunca supieron quién habría ganado en ese preciso instante. Cuando estaban a punto de golpearse, algo cayó del cielo entre los dos, un demonio que jamás habían visto. Tenía una especie de cabello humano largo de color blanco, pero lo más destacable de aquel demonio era su similitud con los Devil Trigger de los híbridos descendientes de Sparda. Sólo había una gran diferencia, este nuevo híbrido tenía una especie de alas fantasmales que también formaban puños, de forma similar a cómo las alas de los murciélagos tienen pequeñas garras. Con esas garras el demonio agarraba las armas de los hermanos, mientras que sus propias manos detenían los cuerpos de los gemelos, que acabaron por abandonar sus formas demoníacas.
—Esto es... curioso. —Murmuró Vergil.
—¿Nero? —Fue lo único que Dante pudo pronunciar antes de que Nero los empujase a los dos.
—¿Qué clase de poder es este...?
Vergil no podía entenderlo. Se suponía que Nero no era un híbrido perfecto como ellos, se suponía que Nero no tenía tanto poder como para tener la capacidad de usar el Devil Trigger y mucho menos uno tan fuerte como para aguantar entre los dos gemelos. Pero, sobre todo, no entendía qué hacía Nero ahí. Y Dante se ve que tampoco lo entendió cuando preguntó.
—¿Qué diablos?
—Esto termina aquí y ahora. —Fueron las palabras del recién llegado, que, aunque abandonó esa forma demoníaca, mantuvo aquellas alas pegadas a su espalda.
Dante, de forma algo apesadumbrada, se levantó y caminó en dirección a Nero, cual padre dispuesto a echarle la bronca. Ironías de la vida, pues no es su padre sino su tío.
—Escúchame, ya te dije antes que esto no es...
Dante no terminaría la frase, pues una de las manos fantasmagóricas que forman esa suerte de alas se movió, golpeándole en la mejilla en una bofetada del revés que lo lanzó lejos de Nero.
—No, escucha tú, peso muerto. —Parece que las palabras de Dante cuando se pelearon contra Urizen la primera vez todavía pesan sobre Nero, en aquel momento Dante le había llamado peso muerto a él para hacerle marcharse y dejarle a Urizen a él de forma que pudiera ganar tiempo y que los demás escapasen.— No os dejaré mataros el uno al otro. Hay otras formas de arreglar vuestras diferencias. Voy a acabar con esta rivalidad de hermanos.
Vergil no pudo evitar reírse de forma sarcástica mientras se ponía en pie, pues le resultaba irónico que el muchacho que acaba de descubrir que es su hijo quiera acabar con prácticamente la única forma de de resolver sus diferencias que tienen los gemelos Sparda. Pero ya no sólo era eso, sino que además... ¿por qué querría hacer eso? Después de lo que él le ha hecho, está seguro de que Nero tiene más motivos que nadie para querer que Dante al fin le mate o incluso hacerlo él mismo.
—Has venido hasta aquí sólo para eso...
—Vergil, V. Como sea que te llames. —Escuchar al que se supone que es su hijo llamarle por su nombre hizo que se le borrase todo gesto del rostro al de cabello repeinado hacia atrás, simplemente observando a Nero y su determinación. No era algo para tomarse a broma.— Dante no va a morir aquí, ni tú tampoco. ¿Algún problema con eso?
Nero y su actitud agresiva, como si fuera un matón de barrio. Es curioso cómo padre e hijo esconden sus buenas intenciones, las pocas veces que Vergil ha tenido algunas intenciones que podrían considerarse buenas, detrás de fachadas, uno de frialdad y otro de agresividad.
—No va a morir ¡mis cojones! —Replicó Dante, ajustándose la barbilla.— Ese bofetón casi me mata.
—Si venzo a Nero, por defecto te habré vencido a ti, ¿De acuerdo, Dante? —Fue lo que dijo Vergil, mientras se paseaba delante del muchacho. Realmente se dio cuenta entonces de que él jamás tuvo intenciones de matar a Dante aunque quisiera convencerse de que era un duelo a muerte lo que estaban teniendo. Sólo quería justificarse, pensar que toda su vida ha valido de algo, porque sería mucho más doloroso darse cuenta de que su vida no ha servido de nada. Apuntó a Nero con Yamato, en posición de combate.
—Lo que tú digas, a mí me da igual. Yo esta la voy a dejar pasar. — Contestó el aludido, aún dolorido por el golpe que se acababa de llevar.
—Cuando esto acabe... te haré someterte, padre.
El tono desafiante en el que se había referido a Vergil usando la palabra padre mientras sus manos fantasmagóricas se crujían los nudillos resultaba agridulce, porque dolía pensar en todo lo que podría haber sido y no fue, pero también parecía que Nero ha acabado siendo más decidido y mejor persona de lo que podría haber sido si él lo hubiera criado. Una pizca de orgullo se coló en su alma, la cual intentó ocultar apartándolo, como parece que siempre hará con lo que queda de su familia.
—Esto no tiene nada que ver contigo, mantente al márgen.
A fin de cuentas, la rivalidad es con Dante, y es con él con quien se tiene que medir. No quiere hacer daño a Nero, ya no sólo porque es su hijo, sino porque fue muy bueno con él, o mejor dicho con V, a pesar de no merecerlo y de haberle engañado.
—¿Nada que ver conmigo? ¡Tiene todo que ver conmigo!
—Nero...
Las espadas de ambos chocaban en una especie de pelea forzada en la que se notaba que Vergil no estaba yendo en serio, que se estaba limitando a dar algunos golpes para ver si disuadía al chico y les dejaba terminar de combatir a los dos hermanos. Así se mantuvieron hasta que...
—¡QUE TE JODAN!
El grito de Nero mientras levantaba el dedo corazón en un gesto claramente obsceno y asumía su forma de Devil Trigger alertó a Vergil de que Nero pensaba ir con todo, y así fue, golpeando el menor no solo con su espada sino también con las garras acompañando a cada movimiento de la Red Queen de Nero.
—¿Me tomas en serio ahora?
Nero llegó incluso a poder en cierto momento en que Vergil clavó la Yamato en un costado al chico, sacársela y devolverla a su dueño clavándosela en su pecho, lo cual causó que Vergil se retirase. Si tenía que tomarle en serio, que así fuera. Se transformó entonces en su Sin Devil Trigger, lo cual también desembocó en que una versión fantasmagórica suya, un Doppelganger, se separó de su cuerpo y actuó por su cuenta. Nero dijo que apoyarse en los números no le serviría a Vergil, pero Vergil no pensaba tampoco que eso fuera a servir de mucho, sólo quería ir con todo para que Nero no se sintiera despreciado.
—¿Lo vas aceptando ya? —Le espetó el chico.
—¿Tu existencia, o tu fuerza? —Preguntó a su vez el padre, abandonando la forma de demonio.
—¡Las dos, maldito capullo!
Así siguieron combatiendo, intercambiando esa clase de provocaciones que solían volar entre los dos hermanos. Parece que con su hijo también se puede divertir de la misma manera aunque Nero sólo quiera acabar con las pelas. Vergil, en determinado momento y tras pillar a Nero con la guardia baja, asestará un corte al chico diciéndole que ya ha pasado su hora de irse a la cama. El combate acabó cuando Nero pudo agarrar tanto a Vergil como a su Doppelganger con las dos manos y estamparlos el uno contra el otro, dejando a Vergil en forma humana arrodillado en el suelo, aunque con ese último ataque el chico parece haber gastado toda su energía y las manos que antes estaban fijas en su espalda ahora han desaparecido.
—Interesante... —Comentó Vergil, arrodillado en el suelo tras el combate y respirando con dificultad.
—Oh, hermano. Le cortas el brazo a tu hijo para obtener más poder y aun así pierdes.—Se burló Dante, tras reírse por el resultado del combate.
—¡Basta, coño! —Se quejó Nero, interrumpiendo a Dante.— El Inframundo nos está invadiendo, tenemos que hacer algo antes de que sea demasiado tarde.
Justo en ese momento un gran estruendo resonó por todo el Inframundo, además de que todo el Qliphoth tembló. Dante se levantó al fin, echándose la espada al hombro mientras hablaba.
—Tiene razón, tenemos que cerrar ese portal. —Luego miró a Vergil y añadió.— Ey, perdiste así que más te vale hacer lo que él diga.
—Aún puedo luchar.—Replicaría Vergil, levantándose del suelo también.— Pero si esas raíces siguen esparciéndose por la ciudad, interferirán con nuestros... asuntos.
Y es que, si Red Grave seguía siendo invadida, al final se extendería al resto del mundo, y tanto Dante como Nero tendrían que ir corriendo a salvar todas las vidas humanas posibles. Es mucho más sencillo cortar el problema de raíz. Pero eso... al menos en teoría, implicaría que no podría volver al mundo humano. La decisión, sin embargo, estaba tomada. No expiaría sus pecados con ese acto, pero estaba dispuesto a usar a Yamato para sellar la entrada que el Qliphoth estaba usando y mantenerse en el Inframundo, asegurándose de que no se volvían a abrir portales de nuevo. Esa sería su única redención, si es que todo lo que ha hecho tiene redención posible.
—Eso es lo más inteligente que te he oído decir. —Dante, como siempre, metiendo la pulla al hermano mayor.— Aún tenemos una cuenta que saldar.
—Evidentemente.
—Esperad, ¿a dónde vais? —Preguntó Nero, siguiendo a los dos hermanos que se dirigían al borde, al abismo que separaba lo más alto del Qliphoth de la base.
—Tenemos que cortar las raíces del Qliphoth desde el inframundo, entonces sellaremos la entrada con Yamato.
Vergil le explicó el plan a Nero, que pareció entender rápidamente lo que eso implicaba.
—Espera un momento, si hacéis eso no podréis volver.
—¿Por qué te crees que voy yo? Alguien tiene que vigilar a tu viejo.
Dante contestó a Nero con su habitual tono de voz, aunque parecía más cansado que antes. Aun así, Nero no se rendía.
—¡No podéis esperar que me quede aquí mientras vosotros dos...!
—¡Es porque estás aquí que podemos ir! —Le espetó Dante, quedándose atrás mientras Vergil seguía andando.— Te estamos confiando todo en este lado, ¿capiche?
—Date prisa, Dante.
Vergil llamó a su hermano, no quería que aquello se convirtiera en una despedida dolorosa y emotiva, no era el estilo de ninguno de los tres. Su hermano se movió rápido para llegar a caminar a la misma altura que él, pero Nero volvió a pedirles que esperasen. Ni siquiera tuvieron los hermanos que mirarse, actuaron completamente sincronizados cerrando el puño y golpeando a la vez dejando caer el peso de sus manos en el rostro de Nero, lanzándolo hacia atrás para disuadirle de seguirles.
—Cuídate, Nero. Sayonara.
Dante se despidió así del “crío”, como en su momento lo había llamado cariñosamente, y saltó al vacío. Vergil, por su parte, sostuvo en su mano libre su antología de William Blake, la cual arrojó a los pies de Nero tras decir.
—No perderé la próxima vez. —Como si fuera a haber una próxima vez, pero no podía decirle simplemente que aquel era su regalo para su hijo, una de sus posesiones más preciadas para que pueda recordarle. — Guarda eso hasta entonces.
Tras decir eso, Vergil saltó y adoptó su forma de Sin Devil Trigger, volando hacia abajo para reunirse con Dante y acabar el trabajo de detener el Qliphoth. Esa iba a ser la primera y única vez que viera a su hijo sabiendo que lo es, pero puede estar tranquilo, el mundo tiene un protector con más cabeza que Dante y sin las ansias de poder de Vergil. Sólo espera que Nero siempre siga por ese camino y nunca se desvíe como él sí lo hizo.
…
—Así que, ¿todo lo que tenemos que hacer es cortar esta cosa?
Los dos hermanos acababan de llegar al lugar en el que estaban asentadas las raíces del árbol demoníaco, el grueso más importante de ellas. Si destruían esa enorme estructura que tienen delante y sellaban el portal con Yamato, habría acabado la pesadilla para los habitantes de Red Grave City.
—Eso es.
A Vergil, por alguna razón, le había salido un tono menos frío que de costumbre. Incluso Dante pensó que aquello había sonado hasta juguetón. Siendo sincero consigo mismo, la razón de aquel cambio se debía a que estaba extrañamente contento. Probablemente fuese egoísta pensarlo, pero Dante se ha quedado para estar con él, incluso si la excusa es vigilarlo. Puede que se queden atrapados en el inframundo, pero... nunca más estará solo. Eso era algo que apreciaba más de lo que estaba dispuesto a poner en palabras.
—Soy perfectamente capaz de hacer esto por mi cuenta.
Y es cierto, con el poder del Fruto y Yamato probablemente bastaría para acabar con todo esto, pero Dante sonrió y le llevó la contraria a su hermano.
—Vas a necesitar ayuda, y alguien que te mantenga vigilado.
Habrían seguido hablando, pero fueron interrumpidos por el Qliphoth haciendo salir raíces del suelo para defenderse, así como por hordas de demonios intentando protegerlo. Colaborando ambos hermanos, llegarían eventualmente hasta la base del árbol, acabando con cada enemigo que se atreva a intentar detenerlos. Una vez en la base, no sería demasiado difícil para ellos usar sus Sin Devil Trigger para potenciar sus espadas y atacar de forma sincronizada, derrumbando todo el Qliphoth de una vez y para siempre. El portal que lo mantenía unido con el mundo humano lo cerrará Vergil usando a Yamato, en cuanto haya terminado de desmoronarse para que todos los escombros posibles caigan en el mundo demoníaco.
Con eso solucionado, los dos hermanos no tienen nada más que hacer así que dedican su tiempo a combatir entre ellos una y otra y otra y otra y otra y otra vez. A veces Dante iba ganando por una, a veces Vergil iba ganando por una, a veces el que iba ganando por una perdía dos veces seguidas, a veces sólo una. El caso es que estaban condenados a nunca llevar más de una pelea de ventaja, siempre acaban empatados. Y lo mejor es que no les importaba. A Dante se le notaba más en la mirada, pero Vergil también estaba disfrutando de estos combates tal y como cuando eran niños. En una ocasión, Dante ganó la pelea y lo celebró.
—Punto para Dante, gano por uno.
—¿Dónde aprendiste a contar? Vamos empatados.
El menor se dejó caer en el suelo, sentándose y suspirando con pesadez.
—¿Sabes? Empiezo a pensar que esto no va a acabar nunca.
—Puede. —Contestó el mayor, mostrando una sonrisa sincera como hacía décadas que no formaban sus labios. — Tenemos mucho tiempo.
Las sonrisas de ambos se mantenían incluso cuando se levantaron del suelo y se prepararon para empezar otra pelea para desempatar. Lástima que, como en ocasiones anteriores, fueran interrumpidos por demonios. Pero también se sentía bien combatir junto a Dante en lugar de contra él. Le recordaba a cuando eran niños y el menor lograba involucrar a su gemelo en una de sus trastadas o se metían a pelear contra otros niños. También le recordó el corto espacio de tiempo en el colaboraron para derrotar a un enemigo común en la Temen-Ni-Gru. En todas esas ocasiones, había una palabra, un concepto, que siempre repetían los dos hermanos y que le vino a la mente a Vergil.
—¡No se te ocurra decirlo!
—¡Jackpot!
